jueves, julio 16, 2015

Microficciones #PGA140



por Luciano Doti

Emprendió el viaje con la ilusión de llegar a destino; sin saber que su destino era que nunca llegaría. 

Su perra, la de su infancia, lo esperaba al otro lado. Los familiares lo rodeaban desahuciados. Él ansiaba volver a abrazarla. 

Pagó en ventanilla. Iba a mandar un mensaje y se percató de que ya no tenía crédito. Fue a un kiosco; pagó. Vivir pagando. 

Jehová se emborrachaba con hidromiel cada vez que visitaba Escandinavia; para que no lo reconozcan, se hacía llamar Odín. 

Ella caminaba junto a su marido y él la vio. Sus miradas se encontraron durante un segundo eterno. Fingieron que no había pasado nada. 

Él se recreó en la belleza de ella. Luego se dio cuenta de que tenía acompañante, y mirándolo pensó: “¡qué bien quedaría con cuernos!”.

Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí; pero se había encogido, tenía plumas y piaba. 

El futbolista bebió de más y se quedó dormido; la tortuga que tenía como mascota aprovechó para escaparse. 

Volveré y seré bidones, dijo la lavandina. 

La dama, cuyo nombre era Juana, bebió cinco litros de vino. 

Bebió alcohol en exceso para aplacar las penas de su corazón. “¿Y yo qué culpa tengo?”, pensó el hígado. 

La noche cayó sobre la tarde, la cual yacía sobre la mañana. El día se enfiestó con las tres.

“Más inútil que teta de monja”, dijo él. “Eso es lo que vos creés”, pensó el obispo, libidinoso. 

“¿Para qué un cenicero si no querés que fume?”, preguntó su pareja. “Por las dudas”, respondió Susana, la ex de Huberto. 

—¿Quién ahogó a la oveja?
—Fuenteovejuna.

Tras la catalepsia, el supuesto muerto vio a su esposa vestida denegro y tomó viagra para poseerla. Su corazón no resistió y murió. 

—Martín Fierro, te buscamos por matar a un moreno.
—Pero yo me llamo Martín, y me dicen “fiero” por lo feo. No soy Fierro, sargento.

Microficciones participantes en el concurso Premio Grupo Alejandría en 140 caractéres, a través de la red social Twitter. Junio 2015.

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miércoles, julio 01, 2015

La era de la pastilla

 por Sergio Gaut vel Hartman, Luciano Doti & Daniel Alcoba
Ser feliz, pensó Ascar, es saber que en tu bolsillo hay suficientes pastillas para toda la semana. Las rojas de la euforia, las azules de la paz, las amarillas de la creatividad. Desde que las drogas de diseño empezaron a venderse en las farmacias, millones de mujeres y hombres anclaron su vida cotidiana a la ingesta de Euforina, Dharma Plus o Einstein-999. Algunos hasta tenían esperanzas de que desaparecieran la codicia, las guerras… que los seres humanos serían menos miserables. Al fin cada persona podría ser lo que quisiera. La felicidad ya no estaría reservada sólo a los privilegiados nacidos con talentos especiales, ahora bastaría con esos comprimidos para sentirse en el mejor de los mundos.
Sin embargo, no pasó mucho tiempo para que Ascar quedara atascado en el tránsito de la ciudad en la que vivía.
—¿Qué pasa? —preguntó al taxista que lo transportaba.
—Es un piquete; reclaman que las obras sociales cubran las nuevas pastillas. También clases públicas sobre las pastillas rojas, porque su sobredosis produce infartos, ictos y adición. Dharma Plus hace a la gente edulcorante, sobona y desenfrenada sexual. Einstein- 999 genera escritores de ciencia ficción, estudiantes de física y hasta físicos...
—¡La nueva trinidad santa: Euforina, Dharma...
Lo interrumpió el taxista salvando los respaldos delanteros desnudo de la cintura para abajo, pene erecto elevado 45º sobre la horizontal. Antes de ceder al deseo del taxidriver, Ascar vio al pie del parabrisas los envases de tres Dharma-grageas.
Acerca de los autores:
Luciano Doti
Daniel Alcoba
Sergio Gaut vel Hartman

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